Crítica de El exorcista III (Gabriel del Valle)
El exorcista III (1990) combina, de manera sublime, lo sobrenatural y el género negro. La primera, de 1973, estaba basada en un libro de William Peter Blatty (el cual se encargó de la adaptación del guión para la gran pantalla). Causó una fuerte impresión en su época y aún sigue estremeciendo. Su éxito dio paso a una secuela que causaba pavor, pero por la falta de calidad y el sinsentido de la misma. Para la tercera parte, Peter Blatty además de guionista, ejerció de director.
Mientras que la primera sigue siendo recordada y venerada, la tercera ha sido injustamente denostada y dejada en el olvido. Seguramente, por el mal sabor de boca que dejó la secuela y la desconfianza general del público hacia las continuaciones de los clásicos. En este caso William Peter Blatty prescinde de la aberración que supuso la segunda y conecta directamente con la historia de la original. Se nos presenta, varios años después, cómo es la vida de varios personajes que estuvieron relacionados con el padre Damien Karras (basándose en su propio libro: Legión). Todo arranca por la aparición de un asesino en serie que está conectado con todos los que tuvieron algo que ver con el exorcismo de Regan.
William Peter Blatty demuestra una gran habilidad para la dirección, y eso que éste fue su segundo, y desafortunadamente último, trabajo como director. Un filme casi perfecto, pura poesía en el uso de planos, música, actores y diálogos, que dan a luz una atmósfera tan escalofriante como aquel microcosmos que era la habitación de Regan. Peter Blatty, inteligente y astuto, sabe cómo despertar en nosotros todo tipo de miedos atávicos al mismo tiempo que crea intriga con un notable thriller. Los actores son magníficos: de protagonista George C Scott (Patton, HardCore) y destaca un magnífico Brad Douriff (Alguien voló sobre el nido del cuco, El Señor de los Anillos), quizás el nombre no suene en España pero su rostro resultará familiar a todo el mundo, un secundario clásico cuyo trabajo sobrepasa a cualquier insulsa superestrella que puebla los carteles de cine.
Anécdota: cuando llamaron a George C Scott para que fuera a recoger el Oscar dijo que iba a estar muy ocupado viendo un partido de hockey. Palabras textuales cuando le preguntaron por su opinión del evento: «no tengo nada en contra de los Oscar, pero me parece un mercado de carne que poco o nada tiene que ver con el cine». De los pocos que no se vendió a Hollywood y siguió dando lo máximo de sí mismo hasta su muerte.
Fuente: El Cultural Primigenio
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!